Los ejercicios de planeación estratégica son una excelente oportunidad para hacer un alto en el camino con el fin de identificar aspectos en los que se debe trabajar de cara a los retos futuros. Personalmente me encantan esos ejercicios porque no solo nos acerca a quienes compartimos en el día a día en un ambiente diferente, más relajado, sino que nos permite intercambiar ideas sobre el futuro. La próxima semana tendremos la oportunidad de realizar un “taller de alineación estratégica”, y en el mismo, tendré la oportunidad de hablar sobre la innovación que se está dando en los mercados financieros, para la cual preparé este post con el fin de identificar ideas antes de la presentación.
Mi tesis central es que este es un momento definitivo para los mercados financieros, donde la banca tradicional enfrenta unas fuerzas exteriores que la transformará, y de las que surgirán unas instituciones nuevas, diferentes, con propuestas que los consumidores adoptarán a una velocidad que cambiará el panorama general de los mercados financieros. Y creo que eso pasará muy rápido, tal vez una década o un poco más. Incluso creo que en los próximos 3 años vamos a ver más cambios en los mercados de lo que hemos visto en los pasados 20 años.
Hay cuatro fuerzas que han convergido en un mismo momento para disrumpir los mercados financieros: la regulación, la innovación tecnológica, los cambios en las experiencias de consumo y la visibilidad que ha logrado el lado oscuro de los mercados. Veamos:
Los muertos vivientes
Marc Andreessen, uno de los más influyentes del Silicon Valley, señalaba que la banca será disrumpida con o sin las fintech como consecuencia de los cambios en el mercado y la regulación. La crisis financiera de 2008 dejó una sensación fuera de Wall Street de que allí estructuralmente estaba pasando algo que debía ser corregido. Por ello, respuestas regulatorias como Dodd-Frank y el hecho de que uno de los temas de la próxima campaña presidencial sea la reforma financiera.
Naturalmente las entidades financieras no se van a quedar quietas. Para Dodd-Frank destinaron us$500 millones en lobby financiero, obteniendo como resultado una reforma que impone mejores prácticas al mercado, separación de actividades, mayores requerimientos de capital, pero nada estructural. Y si bien esa fue una victoria para las entidades, fue una victoria pírrica.
Los reguladores ante las crisis exigen mayor capital, mientras que las entidades justifican su altísimo nivel de apalancamiento advirtiendo efectos secundarios para el mercado. Con costos operativos tan grandes y ante la presión por resultados, las entidades deben apalancarse cada vez más y asumir mayores riesgos que permitan remunerar competitivamente las nuevas exigencias de capital. Es una especie de chantaje: “como soy ineficiente, debes permitirme mantener mi apalancamiento pues de lo contrario, pondrás en riesgo al sistema”.
Pero una reforma estructural es inevitable. El mercado demanda menores costos, menores riesgos, menor apalancamiento, mejor servicio. Y en esa lucha, el regulador solo espera una alternativa. Y creo que se está dando con las máquinas.
La rebelión de las máquinas
En el informe anual de JP Morgan Chase & Co, James Dimon señala como cientos de fintech quieren disrumpir la banca tradicional con una sola ventaja competitiva: capacidad de ejecución. En mi opinión, esa capacidad de ejecución se resume en un solo aspecto: un modelo de negocio distinto, muy difícil de copiar para la banca tradicional.
Las fintech usan los analytics del negocio como una herramienta esencial en la toma de decisiones, su CEO y su Junta Directiva saben para qué sirven. En la banca tradicional ese es un tema del community manager. Las fintech dedican todos sus recursos para desarrollar algoritmos y modelos de negocio escalables que les permitan llegar a todos los celulares del mundo. La banca tradicional tiene un esquema de productos, áreas y departamentos creados para dar soporte alrededor de sucursales físicas.
Y no es solo en relación con la billetera donde se está dando la primera batalla, también en servicios financieros corporativos. Los high-frequency trading (HFT) son algoritmos arbitrando mercados; los robo-advisors son algoritmos administrando portafolios; los crowdfunding son algoritmos creando mercados que reemplazan a las bolsas emergentes. Y así hay fintechs para cada servicio financiero, ofreciendo alternativas con mejor servicio, transparencia en comisiones y precios muy bajos o casi nulos.
La innovación financiera no está en la banca tradicional. Está afuera, y está atrayendo al mejor talento. Y en esa guerra de talento y eficiencia, van a ganar los algoritmos. Y van a ganar porque son los que mejor entienden a quienes ahora tienen el poder en su mano.
La venganza de los caídos
Las entidades financieras han estado sentadas en una mina de oro: la información generada por las transacciones financieras. Sin embargo es muy escaso o casi nulo el uso que han hecho de esa información. Para el siglo XX, no había ningún problema en ello, pero en la era de la información, del big data, es el mayor desperdicio de valor de la historia empresarial.
Con los millones de bytes de data sobre transacciones financieras, todas las decisiones deberían basarse en analytics. Y eso lo entienden bien las fintech que basan toda la estrategia de su modelo de negocios en el análisis de esa data. Y gracias al valor de esa información, gran parte de los costos que generan no necesitan ser trasladados a los consumidores, por eso hay servicios financieros que se ofrecen gratis. Sencillo. Disruptor y muy difícil de imitar por quienes no tienen el chip del big data.
Ese desperdicio de valor termina expresándose en baja lealtad de los consumidores, comoditización de servicios financieros y guerra de precios; enfoque insostenible de cara a una oferta de valor basada en el entendimiento y la personalización que ofrece una fintech. De allí que existan bancos totalmente virtuales ofreciendo servicios financieros a través de los móviles, usando las redes de distribución de los bancos tradicionales. Una especie de operador móvil virtual (mobile virtual network operator), pero para la banca.
De otro lado, según el Banco Mundial la mitad de la población mundial no está bancarizada. Pero lo interesante es que hay un porcentaje de esa población cuyo perfil no encaja dentro de la estigmatización de sujeto no bancarizado, sino que son personas o empresas que simplemente prefieren cualquier alternativa a la banca tradicional. Y es en ese espacio donde siempre ha surgido la disrupción de los mercados. En los segmentos excluidos. Así se han transformado industrias enteras y así va a pasar con la banca.
Y gran parte de las razones por las cuales esos consumidores se han mantenido esquivos con el sistema financiero es debido a la falta de confianza que les inspiran los banqueros, a quienes ven como representantes de un lado oscuro.
La amenaza fantasma
Finalmente la cuarta fuerza a la que se enfrenta la banca tradicional es a su propia lucha interna contra el lado oscuro, contra los escándalos por fraudes, por fallas éticas. La crisis financiera de Estados Unidos, la que le siguió en Europa y la que se vislumbra en los mercados emergentes tiene protagonistas que se han excedido, que han caído en la tentación.
Casi que con frecuencia semanal, hay un escándalo financiero que tiene a un banquero o a una entidad involucrada, y las redes sociales ayudan a que un evento en la antípoda sea conocido de inmediato localmente. Y cuando se trata de fallas en ética técnica, mucho más difícil de percibir por autoridades o ciudadanos del común, los casos abundan más, y generan mayores perjuicios en el largo plazo.
El problema es que en un mundo globalizado, con acceso en tiempo real a la información de todo el mundo y de todos los mercados, la percepción del consumidor es que en las entidades financieras no se puede confiar. Y esa desconfianza se manifiesta en cambios regulatorios, en preferencia por servicios financieros ofrecidos por fuera de la banca tradicional y en un rechazo de los consumidores.
Epílogo
En 1982 el Atlantic Monthly presentó un artículo que desarrolla la teoría de las ventanas rotas. En suma lo que expone es que el pequeño vandalismo presente en las urbes americanas, no solo era una consecuencia de la criminalidad, sino también una causa de delitos más graves. Esa teoría fue puesta en práctica por la Policía de Nueva York en 1994 adoptando un enfoque de cero tolerancia a los pequeños delitos, con resultados sorprendentes en reducción de la criminalidad en los años siguientes. ¿Y cómo se aplica esta teoría a la banca? Detrás de las “ventanas rotas” en la banca está un problema cultural. Y es que la banca tradicional se ha venido aislando de los mercados, de sus clientes; ha venido construyendo unos sofismas sobre los cuales edificó su modelo de negocio, el cual es obsoleto en la era de la información. Lo que necesitamos es poner más atención a las conductas que estamos tolerando y que no nos permiten responder adecuadamente a los desafíos que enfrente la banca tradicional en la era de la información.
Porque la tormenta perfecta se está formando y terminará devorando a las entidades tradicionales a pesar de sus esfuerzos por mantenerse vigentes. Y cuando el diluvio cese, surgirán nuevas entidades que poblarán el mundo con propuestas de valor de menor costo, con mucho menos apalancamiento y mucho más rentables. Y un nuevo orden, una nueva historia será escrita.
A continuación la presentación: