Algo está pasando en los mercados financieros que está atrayendo la atención de los gigantes de la tecnología. Apple lanzó en septiembre de 2014 su Apple Pay como un servicio de pago móvil. Google había hecho lo propio con Google Wallet en mayo de 2011 y Samsung lo hizo en febrero al anunciar la adquisición de LoopPay con el que seguramente lanzará su aplicación de pagos móviles. Por su parte Amazon haría lo propio tras la adquisición de GoPago en diciembre de 2013, además de ofrecer una gran variedad de soluciones para pagos electrónicos (como amazon simplepay y amazon payphrase). Ya Microsoft anunció también que seguiría los mismos pasos al lanzar en el verano su servicio a través de Windows 10.
Faltaba Facebook, quien el pasado 17 de marzo anunció que ahora se podrá enviar dinero a través de Messenger. Y gratis. Y no es una oferta menor. Solo respecto de remesas, según los estimativos del Banco Mundial, el monto total de remesas giradas en 2013 fue de us$542 billones, de los cuales us$404 billones tuvieron como destino países en desarrollo, aportados por 232 millones de trabajadores que en promedio giraron un poco más de us$2,300. El margen promedio de intermediación es del 8% de la cantidad remitida, esto es, us$43 billones anuales. Cada punto porcentual de comisiones le significaría un ahorro anual de us$5,4 billones a esa fuerza laboral. Por su parte Google permite el envío de dinero a cualquier cuenta de Gmail en EEUU como un archivo adjunto desde mayo de 2013.
Y esto sin mencionar cerca de 900 fintech startups en Angel.co que tienen como propósito disrumpir en los mercados financieros con soluciones en diferentes campos. Razón tiene James Dimon (CEO de JPMorgan Chase & Co) cuando dice, después de una visita a San Francisco, que allá “todos se quieren comer nuestro almuerzo”. A la velocidad con que las alternativas digitales devoran los mercados que disrumpen, creo que estamos en la fase de transición hacia una nueva banca digital que seguramente veremos en 2020. Es lo que algunos han llamado la “findustrial revolution”. En efecto, la esperada revolución digital de la banca llegó directamente a la billetera, donde se están acomodando los grandes jugadores con el fin de iniciar la batalla.
Sin embargo, esta no es la primera vez que la tecnología amenaza con irrumpir en la banca. A mediados de los 80s IBM lanzó un servicio de banca online que operaba desde el computador personal que se denominó Prodigy que llevó a pensar que la incursión en la banca sería un paso seguro en su evolución. Más adelante, en la década de los 90s, la banca temió que Microsoft con sus paquetes de software pudiera “capturar” a sus clientes, particularmente con la oferta que hizo Microsoft para adquirir a la compañía de software de finanzas Intuit (propietaria del famoso Quicken), la cual a la postre fue objetada por el Departamento de Justicia de los EEUU por violación a las normas antimonopolio. Y en ese tiempo también surgieron empresas como Bloomberg y PayPal que se han acomodado al mercado coexistiendo con las grandes entidades financieras. Y la reacción de la industria ha sido la de acoger esos emprendimientos en la medida en que se han enfocado en “negocios alternos” al core de la banca. Quizás por eso, cuando Apple les propuso una alianza, la banca prefirió aceptarla (al costo que fuera) en lugar de desarrollar una propuesta alternativa y competitiva para el mundo digital.
La pregunta que surge en esta guerra por la billetera es ¿y la estrategia de los bancos dónde está? Muchos accedieron a firmar los contratos con Apple, aún a pesar de que fueron calificados por algunos como leoninos, en su afán de no ser excluidos de la fiesta. Otros observan desde la barrera esperando que el regulador levante una bandera roja en el momento en que la guerra amenace con la sostenibilidad sistémica del mercado.